Teófilo Gutiérrez sigue teniendo las llaves: de los goles, los corazones y del bus
Este fue el minuto a minuto del regreso del goleador al estadio Metropolitano.
“Esta es tu casa, puedes volver 29”, fue lo primero que saltó a la vista apenas la enorme visión de la tribuna oriental se abrió ante los ojos de Teófilo Gutiérrez.
El delantero barranquillero fue recibido con banderas y aplausos nada más saltó a la gramilla del estadio Metropolitano Roberto Meléndez para calentar antes del juego.
Era un rumor distinto en el estadio. Parecido al que tantas veces se siente cuando de silla en silla se va corriendo la voz de que a ‘X’ o ‘Y’ rival hay que dedicarle un ‘coro celestial’ apenas pise la cancha.
Este si era un ‘boca a boca’, pero pidiendo algo totalmente diferente. Aplausos, vítores, y la enésima declaración de amor eterno entre una hinchada y un ídolo. Esta vez, un ídolo en otro bando.
Faltando poco más de media hora para el trámite del partido, Teófilo Gutiérrez volvió a pisar la gramilla del Metropolitano. Pero como nunca antes, en su larga carrera, lo había hecho. Era un rival más.
Poco importó. La gente aún así lo aplaudió, le gritó “¡Teo! ¡Teo! ¡Teo!”. Con la mano al aire, apuntando a cada tribuna a la vez, el de La Chinita devolvió el gesto. No tuvo que ni tocar a la puerta, la casa se abrió de par en par como aquel que tiene las llaves de cada cerradura.
Con la diplomacia del que sabe que al que le quedan 30 días de contrato con el conjunto vallecaucano, llegó a darle la mano a Arturo Reyes, se saludó con cada jugador del banco juniorista y nuevamente una catarata de aplausos lo bañó.
Y es que para el inicio de las acciones no podía ser diferente el ‘Capitán Teo’ fue el primero en tocar la pelota. El Cali comenzó a hacer su fútbol y Gutiérrez se instaló en la zona medular como el cerebro de la visita.
A los 11 minutos, una pelota larga hizo que Teófilo se fuera cara a cara y a toda velocidad contra el que fuera hasta hace unos meses, uno de sus más grandes aliados en la lucha por la casaca tiburona, el portero Sebastián Viera. No hubo amistad, fueron con todo, pero el charrúa atenazó el balón en el aire.
Finalmente se supo cuál era la razón de ser de esa habladuría en las gradas. Tan pronto como el reloj llegó al minuto 29 -el mismo que utiliza en su espalda el barranquillero- las barras se pusieron en pie y saltaron con locura mientras el estadio se contagia de un solo coro.
“Olé olé olé, Teo Teo”, por un minuto completo mientras el atacante no podía sino responder con un saludo y aplausos tal demostración de afecto, pocas veces vista en una instancia como esta.
No hubo mucho más para decir en la primera mitad. Lo mejor de Teófilo llegaría en la etapa complementaria.
A los 59, Gutiérrez sacó a relucir que tenía la habilidad para destrozar la cerradura local con una asistencia perfecta a Harold Preciado, quien en dos tiempos, definió para el 1-0. Discreción total de parte suya a la hora del festejo.
Luego, a los 74, Teófilo mostró una faceta que nunca se le explotó en Barranquilla. Mandó un tiro de esquina, al mejor estilo de los mejores centradores del mundo, a la cabeza de Jorge Marsiglia para el parcial 2-1.
Esta vez sí, ‘Teo’ no tuvo recato y se puso de rodillas en el gramado para señalar al cielo y festejar con clara felicidad el gol del compañero y la desgracia de su gente.
Teófilo hubiera podido ser el autor de mover los hilos para el triunfo, de no ser por la mirada escrutadora del VAR, que declaró un penal que selló el empate definitivo.
Sobre el minuto 90+2, Rafael Dduamel determinó que era suficiente. Salió de la cancha y no fue nada diferente a aplaudido por su gran calidad.
Dos asistencias perfectas de gol, trabajo realizado, cancha emocionada y su equipo líder del cuadrangular. Otro día de oficina, como suele decirse.
En los camerinos los comentarios y rumores. Para la gran anécdota su salida al parqueadero para tomar el bus. Puede que haya sido otro amague, un olvido involuntario, una casualidad.
Teófilo se encaminó al bus de Junior, para tomar el camino a casa. Luego se percató, hizo un gesto de vergüenza y se marchó con los caleños.
¿Será que le está pitando para regresar a su tierra? Lo cierto es que él tiene las llaves de ese bus, para cuando quiera regresar a conducirlo.